10/8/09

el posmodernismo maximalista no es lo mío

Hace unos días le regalé un libro al Ciclotímico. Como sabía que era largo y difícil me lo llevé a Alemania el año pasado como única lectura, pensando inocentemente que al ser única no me quedaría más remedio que terminarlo. Me equivoqué. Algo más allá de la página doscientos lo dejé rabioso en una estantería y no volví a tocarlo. Mientras leía me sentía como un ratón al que un enorme gato llamado Pynchon torturaba cruelmente.

Cuando hacía la maleta para regresar de Alemania lo olvidé de forma intencionada y vengativa sobre aquella misma estantería. Durante un par de meses el polvo estuvo depositándose sobre su gordo y gatuno lomo hasta que mi suegra lo metió en una caja y me lo envió junto con una amabilísima nota que decía: «Querido: Te dejaste este libro en tu última visita. Espero que no lo hayas echado demasiado de menos...».

Volví a leer el texto de la contraportada, el que me hizo interesarme por esta locura, dice:

«Tyrone Slothrop, un militar norteamericano que trabaja para la inteligencia aliada en Londres en 1944 padece un grave problema: siempre que cae una de las bombas autopropulsadas alemanas V-2, él tiene una erección. De niño, Slothrop fue sometido a experimentos pavlovianos por el profesor de Harvard Laszlo Jamf, un loco científico alemán que ahora trabaja para los nazis.

(...)»

El libro es delirante, desde luego, y está plagado de digresiones largas que se anidan en otras digresiones. Además Pynchon no te ayuda a trazar un mapa insinuándote que acabas de salir de una subtrama y regresas a la trama principal. No dice absolutamente nada al respecto. Puede por ejemplo terminar una subtrama describiendo una carretera y continuar la trama principal describiendo un bar, con lo que deduces que el bar está en la carretera, pero no, el bar es aquel bar frente al cual se paró Tyrone Slothrop quince páginas más atrás y ahora está entrando en él pero eso es algo que verás, si estás atento y tienes suerte, dos páginas más tarde. Y así todo el tiempo. Si no fueran más de mil páginas no sería tan grave, estoy seguro. Si no fuera porque yo raras veces logro recuperar el hilo perdido de la digresión, tampoco.

Y no es sólo que debido a la prosa enrevesada de Thomas Pynchon me haya sido imposible acabar El arcoiris de gravedad porque me perdía cada dos por tres en sus laberintos y sus trampas, no, es que además hoy iba pensando en esto mientras conducía hacia el trabajo y he tomado el cruce que no era para acabar yendo a donde no quería ir.

4 comentarios:

CESAR dijo...

Vaya, que casualidad, el mismo libro que le regale a Victoria en navidades. pero mas casualidad que le paso lo mismo, lo dejo a medias... si Victoria lo dejo a medias, como lo oyes.

S. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Me he quedado casi trastornada al leer cómo el libro maximalista regresó a ti all the way from Deutschland! Claramente, se trata de una señal para que lo termines. El por qué no lo sé. Acábalo y luego ya veremos.

Miriam

S. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.

Publicar un comentario