15/6/10

paraguayos pasados por agua

hay dos deportes. Está el fútbol normal, el de los martes y miércoles, jueves y sábados, lunes y vísperas de casi todo el año, y está el fútbol de los mundiales. Nada que ver. Son la noche y el día, el ying y el yang, la nieve, el confetti, un hamster y el Yeti.

Me gusta ver un partido de liga de vez en cuando, pero a nivel emocional un Barça-Madrid me deja frío comparado con cualquier partido del Mundial, así, con mayúscula y rima. Un Italia-Paraguay, por ejemplo, que inesperadamente me ha tenido atado a la silla de un pub como si me fuera algo en ello. Apenas entiendo de fútbol pero juraría que Paraguay no se ha distinguido nunca por ser una gran potencia futbolística. El remate ha llegado cuando al ir a tomarme la última pinta después del partido he estado mirando una estantería de libros de esos de coja uno y lléveselo y ha llegado a mis manos Blessed, la autobiografía de George Best.

Lo de Paraguay hoy ha sido grande y aunque estoy muy lejos de allí sé que ahora en Paraguay hay una gran fiesta. No sólo han jugado bien, toreando con frecuencia a los italianos con esos tiqui-tacas en el centro del campo y llegando muy a menudo a la portería contraria, es que Italia no ha perdido de milagro, que es lo que debería haber hecho si hubiera justicia en la Tierra. Si sólo hay que mirarlos. ¡La cara de majos que tienen los paraguayos por Dios! Y por si lo que había fuera poco, al comienzo del segundo tiempo Italia hace un cambio y saca al tipo ese con coleta, que digo yo que tendrá nombre pero me da igual, malcarado a más no poder, e inclina la balanza de la expresión bondadosa en favor de Paraguay y carga aún más a Italia de sus habituales ínfulas.

Los cambios de Paraguay, por el contrario, no pueden ser más sonoros: Torres por Santana, Valdez por Santa Cruz y Barrios por Cardozo... Que alguien vaya a buscar urgentemente una guitarra.

Además, no lo olvidemos, la mitad o más de los jugadores italianos votaron a Berlusconi, dos o tres a la Liga Norte, y ahí se planta un Paraguay compuesto mayormente por personas de sonrisa franca cuyas madres votaron a Fernando Lugo en las últimas elecciones, que parece que es obispo pero de familia no creyente y está en tratos con la Internacional Socialista. En definitiva, que se le perdona el cargo.

Que Paraguay mereció ganar se da por descontado, y no precisamente por mi argumentario traído por los pelos. En un mundo justo, ya lo dije antes, así habría sido. Además, ¿partidos de 90 minutos? Para la mayoría de países seguramente es razonable, pero nadie jamás debería obligar a un paraguayo a jugar un partido tan largo. Un equipo de paraguayos en todo caso debería jugar una primera parte de 45 minutos y una segunda de diez o quince, y esto último sólo en el supuesto de que les apeteciera volver a salir.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues para no saber de fútbol tu artículo es mucho más interesante que los de la mayoria de los "periodistas deportivos".
Yo que iba con Uruguay, ahora también iré con Paraguay.
Me has hecho recordar el chiste del gran Tip:

-Hola, soy paraguayo, vengo a pedir la mano de su hija para hacerla feliz.

-Para qué?

-Paraguayo

S. dijo...

Gracias.

Si como parece disfrutas de la crónica futbolística atípica te recomiendo al maestro: http://blogs.elpais.com/dibuje-maestro/

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